16.6.24

DIARIO DE UN DESPERTAR

 Hoy, al abrir los ojos, supe que era el momento de enfrentar lo que llevaba meses evitando. La realidad, esa implacable verdad que siempre se encuentra agazapada en los rincones oscuros de nuestra mente, me llamaba. Era como un susurro persistente, una melodía que no puedes ignorar por más tiempo.

Mientras me incorporaba en la cama, sentí el peso de la rutina y la monotonía. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, pintando mi habitación con tonos dorados. Era hermoso, pero no podía dejar de pensar en todo lo que había estado evadiendo.

Hace seis meses perdí mi trabajo. Era un empleo al que había dedicado años de mi vida, construyendo sueños y esperanzas alrededor de él. Al principio, traté de mantenerme ocupada, diciendo a todos que estaba bien, que encontraría algo mejor. Pero la verdad es que el desempleo me sumió en una espiral de inseguridad y miedo que no sabía cómo manejar.

Miré el reloj. Era temprano, pero sentía que había dormido demasiado. Me levanté y fui al baño, donde el espejo reflejó un rostro que apenas reconocía. Ojeras profundas y una expresión de cansancio me devolvieron la mirada. "¿Cuándo fue la última vez que te sonreíste a ti misma?", pensé.

Decidí que hoy sería diferente. Abrí la ventana y dejé que el aire fresco invadiera la habitación. Inspiré profundamente, buscando en el aroma del nuevo día una chispa de esperanza. Me vestí con cuidado, eligiendo colores vivos, como si con ello pudiera atraer un poco de alegría a mi vida.

Desayuné lentamente, saboreando cada bocado, recordando que cuidar de mí misma era el primer paso para enfrentar cualquier desafío. Tomé mi bolso y salí de casa, con la intención de enfrentar mi mayor miedo: buscar ayuda. Había una feria de empleo en el centro comunitario, y aunque la sola idea me ponía nerviosa, sabía que era lo que necesitaba.

El camino hasta allí me pareció interminable, pero cuando llegué, me encontré rodeada de personas en situaciones similares. Sentí una extraña camaradería, una sensación de que no estaba sola en esta lucha. Recibí orientación, llené formularios y hablé con varias empresas. Cada conversación, aunque breve, me hizo sentir más fuerte, más capaz de enfrentar la incertidumbre.

Al final del día, regresé a casa con una mezcla de cansancio y esperanza. Había dado un pequeño paso, pero era un paso en la dirección correcta. Me miré de nuevo en el espejo, y esta vez, una leve sonrisa se dibujó en mis labios. Sabía que el camino sería largo y difícil, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que tenía la fuerza para recorrerlo.

Enfrentar la realidad no es fácil. Requiere valentía, determinación y, a veces, un poco de ayuda. Pero hoy aprendí que el primer paso, por pequeño que sea, puede cambiarlo todo.

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